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Veinte años no es nada

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Manuel Bermejo, profesor IE BUSINESS SCHOOL

 

Cantaba el mítico Carlos Gardel aquello de que veinte años no es nada. Inspirados por el célebre tango convendría pensar cuánto de cierto hay de esta aseveración en el mundo empresarial. La respuesta la podemos encontrar en las comparativas de los rankings empresariales.

La revista Fortune publicó recientemente su famosa lista de las mayores compañías del mundo en 2.015. Para dar respuesta al interrogante que nos planteamos en este post nada como comparar este último ranking con el publicado hace 20 años en 1.995.

Es interesante constatar cuando se hace este ejercicio observar cómo, nada menos que la mitad de las compañías qua ahora figuran en los puestos punteros de la clasificación, no aparecían, o ni siquiera existían, hace dos décadas. Sobresalen además casos concretos paradigmáticos como la desaparición de iconos como Kodak o la irrupción de compañías basadas en tecnologías como la china Alibaba.

Otro aspecto muy revelador. En los noventa la lista estaba plagada de compañías japonesas. Nada menos que 15 grandes corporaciones niponas figuraban entre las 25 corporaciones más grandes del mundo. Por cierto, la mayoría vinculadas a la industria pesada (fabricación de vehículos, industria pesada,….). Hoy solo encontramos 2 empresas japonesas entre la aristocracia mundial.

Por el contrario, China pasa a tener un papel mucho más protagónico. Se cuentan hasta cuatro gigantes chinos en el top 25. Estados Unidos mantiene la posición.

Curiosamente Europa, la tan criticada Europa, gana algo de peso respecto al 1.995 y eso que en estos 20 años se sitúan los de la Gran Recesión. La observación de este dato obliga a cuestionarnos el enorme potencial europeo si fuese capaz de articular una gobernanza con la agilidad que demandan los nuevos tiempos.

Por supuesto que también hay un efecto migratorio brutal en cuanto a los sectores representados en estos rankings. La gran industria deja paso al comercio, al gran consumo, la energía, los servicios financieros y, por supuesto, las tecnologías.

Esta revisión no hace sino ahondar en la tesis de la sociedad del cambio en la que nos tocó vivir. La conjunción en espacio y tiempo de dos fenómenos como globalización y digitalización han supuesto una verdadera revolución. Pero lo curioso del asunto es que también se modifican paradigmas clásicos. Hace 20 años era más fácil vincular actividades empresariales a sectores concretos. Hoy las fronteras con más difusas. Pensemos, por ejemplo, lo complejo que empieza a resultar establecer claras diferenciaciones entre la industria de la alimentación y la farmacéutica cuando proliferan productos híbridos fundamentalmente con un enfoque preventivo. O la banca sitúa ya a Google como uno de sus grandes competidores. O dónde situar a la famosa Uber, como taxistas o como una plataforma de distribución de personas y mercancía. Innovar, decía, era pensar fuera de la caja. El asunto es que hoy ya no hay ni cajas.

Por otro lado, frente al poder de las grandes máquinas esta es la sociedad del conocimiento donde el talento cobra particular relevancia. Materia gris es lo que demandan las empresas de hoy ante escenarios de competencia global y constante aparición de modelos de negocio muy disruptivos. En este contexto, es fácil que el empuje de nuevas e innovadoras empresas con agresivas estrategias desplace a pesados paquidermos que empiezan a dar síntomas de parálisis y falta de reflejos.

La empresa familiar, que a veces se deja llevar por la endogamia, debe también incorporar todas estas variables en su perímetro de visión estratégica. Cambia el mundo y deben evolucionar modelos de negocio, estrategias, estilos de liderazgo o políticas de gestión del talento. En definitiva, muchas empresas familiares están llamadas a desarrollar importantes procesos de transformación. No estoy hablando ya de la profesionalización de los negocios de familia (empresas familiares 2.0.) sino del siguiente paso. La empresa familiar 3.0. que es la que se transformó definitivamente para competir en un tiempo nuevo, revolucionario, que nos tocó vivir.

Así pues lamento llevarle la contraria a mi admirado Gardel para constatar que en esto de los negocios, 20 años son mucho.


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